Hace años que el running back de los Dracs de Badalona Edu Molina compró una de sus cosas más queridas: una moto Husqvarna Supermoto.
Edu Molina compró la moto cuando cumplió 20 años, edad en la que por fin podía obtener el carné de 700 CC necesario para conducir el vehículo. Él define la moto como «una mezcla entre moto de carreras y moto de calle: la combinación perfecta.»
El running back titular de los Dracs siempre ha buscado la velocidad, tanto dentro como fuera del campo. Aunque a Molina le encanta el fútbol americano y se ha hecho un nombre en este deporte, su primer amor siempre serán las motos, una fuente de alegría y lo que más le apetece cuando la vida se complica.
«Ahora, pero, lo primero es el fútbol», dice Molina. «Luego, si tengo tiempo, hago algo con la moto o aprovecho para montar en ella. Si no puedo, no pasa nada, porque sé que no es mi prioridad número uno».
Nacido y criado en Girona, algunos de los recuerdos más preciados de Molina tienen que ver con las motos. Recuerda el asombro que sintió a los cinco años cuando asistió por primera vez a una carrera del Gran Premio de Motociclismo en el Circuit de Barcelona-Catalunya, en Montmeló. Incluso a esa edad, Molina podía reconocer la marca de una moto basándose únicamente en su sonido.
La Supermoto es el vehículo diario de Molina cuando está en casa, en Girona, y va con ella a todas partes. Le encanta tomar curvas cerca de su casa y dice que uno de sus lugares favoritos para hacerlo es en Tossa de Mar. El único lugar al que Molina no va en moto es a entrenar a Badalona porque no quiere hacer casi 200 km cada vez que hace el viaje de ida y vuelta.
En su tiempo libre y cuando no está entrenando, a menudo se puede encontrar a Molina trabajando en su moto. El otro mes, por ejemplo, compró un escape nuevo y lo instaló él mismo. Además, le ha dado un toque personal pintándole el dorsal 43, el que lleva en su uniforme cuando juega al fútbol americano.
«Si tengo la oportunidad de comprar algo, puedo mejorarla un poco», dice Molina. «No soy un profesional, pero la verdad es que tengo interés en esto.
Ya son muchos los recuerdos en esta moto. Molina nunca olvidará la primera vez que consiguió hacer un caballito, descubriendo cómo tocar con una rodilla el suelo, e ignorar la enervante sensación de inclinarse hacia atrás a altas velocidades.
«Un día me dije a mí mismo que era imposible caerse hacia atrás», explica Molina. «Todo el mundo tiene miedo a caerse de espaldas, pero me grabé haciendo (un caballito) y estaba muy lejos de caerme de espaldas. Un día me dije ‘por qué no’ y funcionó».
Pero con los buenos recuerdos también llegaron algunos para el olvido. Una vez, Molina sufrió un accidente y destrozó el motor, lo que le dejó sin su moto durante dos meses. Ahora se ríe de ello, pero aquella experiencia le sirvió de valiosa lección sobre la importancia de no tomar curvas cuando las ruedas de la moto están frías.
Molina empezó a jugar al fútbol americano a los 14 años, de la mano de uno de sus amigos que entrenaba en Girona. Intrigado, el adolescente decidió pasar por allí y poco después empezó a entrenar constantemente con los Girona Ducs. Allí se enamoró de este deporte y, desde entonces, Molina no ha mirado atrás.
Con los Ducs, los jugadores jugaban tanto en ataque como en defensa. Molina recuerda a su entrenador haciéndole jugar de linebacker en defensa y de running back en ataque. Al igual que muchos equipos, los Ducs jugaban un power-football y les gustaba correr el balón. Molina, que siempre ha querido influir directamente en el partido, nunca quiso abandonar el backfield.
«Desde que marqué mi primer touchdown, siempre he querido marcar más», afirma Molina.
A medida que Molina crecía y se desarrollaba físicamente, quedó claro que su talento puro destacaba por encima del de sus compañeros. Con frecuencia marcaba al menos tres touchdowns por partido, lo que le puso en el punto de mira de algunos de los equipos más importantes de la Liga Nacional de Fútbol Americano.
«Recuerdo que en aquella época jugar al fútbol era muy fácil porque estaba en mi último año junior», dijo Molina. «No soy alto, pero jugaba con chicos más pequeños que yo.»
El fútbol americano pronto le llevó a Barcelona. Molina pasó un año con los Pioners de L’Hospitalet la temporada 2020, temporada que se suspendió por la pandemia de COVID-19, antes de fichar por los Badalona Dracs.
Desde entonces, Molina se ha consolidado como uno de los corredores más prometedores de la Liga Nacional. Le encanta correr a través del corazón de una defensa, dejando a los rivales a su rastro. Tampoco tiene ningún reparo en arrollar a un rival cuando se le presenta la oportunidad. Muchas veces, cuando los Dracs entran en la redzone, el game-plan es darle el balón a Molina y quitarse de en medio.
A sus 23 años, Molina sigue aspirando a labrarse una carrera en el fútbol americano. Después de que los Dracs ganaran el campeonato de la Serie A de la LNFA en 2021, se marchó a Dinamarca, donde jugó una temporada con los Søllerød Gold Diggers antes de regresar a Catalunya y a Badalona.
Hace un mes, Molina habló de sus objetivos de futuro, que, por supuesto, empiezan por ganar otro anillo con los Dracs.
«En algún momento quiero intentar ir a una liga europea o algo así», dijo Molina. «Quiero seguir creciendo».
Sus deseos se han cumplido. Recientemente anunció a través de las redes sociales que jugará con los Barcelona Dragons en la Liga Europea de Fútbol (ELF) tras la conclusión de la temporada de la LNFA.
Esta oportunidad le ofrece lo mejor de ambos mundos. La oportunidad de jugar al fútbol americano a un alto nivel, compitiendo contra algunos de los mejores equipos de toda Europa, y a la vez estar lo suficientemente cerca de casa como para poder seguir viviendo en Catalunya, y montar en su querida Husqvarna Supermoto durante la offseason.
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